jueves, 4 de febrero de 2016

#13FContraLaRepresión

El día que tu vecina esperaba en casa a la comisión judicial, ese día que finalmente llegó después de muchos meses de no haber podido pagar la hipoteca, de buscar trabajo sin conseguirlo o de, aun trabajando, no llegar a fin de mes, decenas de personas se echaron a la calle, a su portal, para parar su desahucio.

No le conocían, pero no fue motivo para no hacerlo, porque el deseo de justicia social trae consigo esa arma con que contamos las trabajadoras que se llama solidaridad.

Ese día pudieron detenerles, o les detuvieron; pudieron multarles, o les multaron. Ese día o cualquier otro, cuando ocuparon aquel banco, la junta de distrito de tu barrio o se manifestaron por el derecho a la vivienda: el suyo, el tuyo y el de todas. Ese día fueron ellos, pero podrías haber sido tú, movida también por la misma solidaridad. 

Cuando el gobierno dio un paso más en su deseo de acabar con la universidad pública, cuando aumentó las tasas universitarias y obligó a dejar de estudiar a miles de jóvenes, cuando despidió a profesores del instituto de tus hijos o cerró el colegio público de tu barrio, estudiantes, profesores y vecinos protestaron por un derecho que costó mucho conquistar y que nos querían arrebatar: que con dinero o no todas tuviéramos acceso a la educación.

Algunos de esos estudiantes y profesores esperan juicios por ejercer su derecho a una conducta tan natural y democrática como debería ser la protesta. A otros les multaron, les golpearon o pasaron la noche en la comisaría. Podríamos ser cualquiera de nosotras. Igual que podríamos ser nosotras, nuestros hermanos o nuestros hijos los que un día descubran que, como antaño, la educación es un privilegio que fuera del alcance de las familias obreras.  

El día que las trabajadoras y trabajadores, con trabajo o sin él, sindicalistas o no, salieron a la calle contra las reformas laborales que nos han despojado de derechos, o contra los recortes impuestos por la Unión Europea, defendían también tus derechos. Entre ellos nuestro compañero Alfon, en prisión desde hace más de seis meses.

Aunque su juicio estuviera plagado de irregularidades, aunque no hubiera pruebas, el mismo sistema que nos hace cada vez más pobres utiliza casos como el de Alfon para amenazarnos, además, con lo que nos puede pasar si protestamos. Casos como el de Alfon, el de Miguel e Isma, detenidos tras la multitudinaria manifestación de las Marchas por la Dignidad, Elena y Jesús detenidas tras el asalto ilegal a una sede política, Raúl Capín, detenido por fotografiar aquello que no quieren que veas o el de los cientos de sindicalistas que en todo el estado esperan juicio. Sus delitos: ser activistas sociales, pedir pan, trabajo y techo y ejercer su derecho a huelga.

Otras muchas esperan juicio por plantar cara a esa represión, la misma represión que podría sufrir cualquiera que un día se levante con la convicción de convertir en realidad su deseo de una sociedad más democrática y más justa.

El 13 de febrero volvemos a tomar las calles, porque en una sociedad verdaderamente democrática no tiene cabida que se castigue a quienes luchan por nuestros derechos. Volvemos a tomar las calles y las plazas para mostrar nuestra solidaridad con quienes luchan por el derecho a una sanidad y educación públicas, contra el desempleo y la precariedad, por el derecho a la vivienda, contra la violencia machista, contra la desigualdad y la exclusión, por el derecho de buscar un futuro digno más allá de vallas y concertinas, por la libertad de información y de expresión, por el derecho a la protesta y la huelga, por los derechos de quienes se rebelan, también, contra la represión.

El 13 de febrero volvemos a tomar las calles porque es ahí donde nuestras voces se oyen para seguir construyendo una sociedad más justa. El 13-F, como cada día, seguiremos unidas en nuestras luchas y contra la represión, porque juntas y solidarias somos más fuertes. Nuestros derechos se defienden ejerciéndolos: nos seguiremos reuniendo y manifestando, seguiremos haciendo huelgas y parando desahucios. Y lo haremos con la alegría de quienes saben que sus objetivos son sinceros, porque son los derechos de la mayoría. Y no hay mordazas suficientes para acallarnos. El 13 de febrero, diremos alto y claro que pese a que nos quieren solas, nos tendrán solidarias.

                                                                  ¡STOP REPRESIÓN!                      




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